Justo en ese momento, decenas de furgonetas llegaron a la Bahía del León. De las furgonetas bajaron unos cientos de personas, que eran Tomás y sus hombres.
Carlos y sus treinta mil seguidores no pudieron evitar reírse a carcajadas al ver que solo había trescientas personas al lado del enemigo. Entonces, Carlos se apartó de la multitud y miró a Tomás de lejos antes de sonreír con alegría.
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