Nataniel cerró sus puños sin darse cuenta. Del mismo modo, César abrió sus ojos, mientras que Amaya empuñó con más fuerza la empuñadura de su espada. Ellos lucían como si se odiaran por no estar en primera línea y pelear al lado de Bárbaro y los otros.
Un mal presentimiento creció en el corazón de Nataniel y preguntó muy despacio:
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