Pronto llegaron a la mansión de la familia Sosa en su furgoneta. Todos los que estaban allí seguían despiertos. No había manera de que se durmieran después de saber que Samuel había sido secuestrado. Sin embargo, no se atrevieron a llamar a la policía por si los secuestradores lo mataban. No quedó más remedio que quedarse despiertos y preocuparse por ello.
—¡El tío ha vuelto! —El hijo de Pablo, Pedro, entró corriendo y gritando feliz.
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