Todos los soldados presentes se miraron sorprendidos. Mientras tanto, Sansón estaba enfadado. «Ya que ambos somos Reyes de los Guerreros, ¿qué le hace a Nataniel suponer que César podía hacerme daño? ¿No es eso demasiado presuntuoso de su parte? ¡Es imperdonable!».
Reprimiendo su ira, Sansón se dirigió al centro del cuadrilátero con toda la disposición a luchar contra César. Mientras tanto, el interés de Benjamín se despertó al ver que Nataniel accedía a la petición de Sansón a pesar de que se había dado cuenta de sus planes. Era obvio para él que los guerreros del Ejército del Norte también tenían ganas de mostrar sus fuerzas al Ejército del Oeste. Poniéndose en posición de combate, Sansón entrecerró los ojos y gritó:
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