La cara de Leila se sonrojó, sabiendo que Lilia debía de haber oído lo que había dicho de ganar apenas dos mil mensuales. Penélope y Bartolomé se irritaron por la intencionada humillación de Lilia, y una joven vendedora se apresuró a acercarse y le ofreció amablemente:
—Hola, señor. ¿Podría mostrarle algunos modelos? Si no le importa que una becaria sea su vendedora, estoy a su servicio.
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