Nataniel se recostó despreocupo contra el respaldo del sofá. Tenía un cigarrillo apretado entre los dedos mientras sus labios se movían en una pequeña sonrisa.
—Domingo Parriego. Te llamé para dialogar. No te hice venir solo porque seas un pez gordo y, desde luego, no porque te tenga miedo. La única razón por la que estás aquí es porque este cobarde pedazo de m*erda dice que eres su patrocinador. Así que te vas a quedar ahí mirando cómo le doy una lección.
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