Claudio no solo era un anciano de la Familia Noreña, sino que también era venerado como un Dios. Rogelio se adelantó muy rápido con un grupo de sus subordinados y se arrodilló ante Claudio.
—¡Lamento mucho mi incompetencia, maestro Claudio! Fui incapaz de derrotar a este intruso y proteger a nuestra familia. Ahora que nuestra familia fue deshonrada, no tengo más remedio que solicitar de manera humilde tu ayuda...
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