Esa noche, Penélope y Amaya llegaron al Hotel Griego en auto. Encontraron a Goliat sentado solo en el restaurante, disfrutando de un trozo de carne en soledad.
Los músicos del escenario tocaban una hermosa melodía mientras él comía, mientras meseros y meseras se apresuraban a satisfacer todas sus necesidades. Los guardaespaldas vestidos de traje montaban guardia en todos los rincones del restaurante. Cuando Goliat vio a Penélope y a Amaya, una ligera sonrisa apareció en su rostro. La miró de forma juguetona mientras decía:
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