Los hombres de Goliat se estremecieron ante la mirada asesina de Amaya, pero el propio Goliat parecía imperturbable. Se volvió hacia Penélope y le dedicó esa irritante sonrisa suya.
―¿Está segura de que no va a tener una charla conmigo, Señorita Sosa? Tengo información sobre su marido, ya sabe.
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