Nataniel siempre había sido tolerante, pero no significaba que fuera un cobarde. Ni siquiera el presidente podía oponerse a él, si ya se había propuesto algo, mucho menos un Dios de la Guerra de Yetronia.
Las palabras de Nataniel ofendieron mucho a Eiken. Aunque él no tenía otro deseo más que el de complacer a Boris, aun así, se sintió insultado cuando lo llamó el perro faldero de Boris.
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