La Residencia de los Noreña, un conjunto de edificios antiguos, pero de aspecto magnífico, se encontraba en la cima de una montaña del oeste. En el estudio, leyendo un viejo manual de ajedrez, había un anciano vestido de negro. Era el Patriarca de la Familia Noreña, Rogelio Noreña.
Además de su fascinación por el juego de mesa, el hombre también se interesaba por las artes de combate y las bebidas alcohólicas. Una sirvienta estaba tocando el arpa mientras Rogelio leía con atención su material de lectura. Ya estaba metido en el libro cuando los pasos rápidos de Aldo lo distrajeron de repente. Tras entrar a toda prisa en el estudio, el mayordomo de la familia se inclinó con respeto ante Rogelio.
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