Con dos cubos en mano, Carmen se apresuró a acercarse con alegría y ayudó a Nataniel a sacar las carpas de sus anzuelos.
Al mismo tiempo, Penélope se quedó mirando la hipnotizante sonrisa de Nataniel. A continuación, miró a su hija que se pavoneaba alegre y a Carmen que se quedaba embobada admirando a Nataniel. De repente, tuvo una epifanía y se armó de valor.
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