Silvina estaba sorprendida y complacida por el batallón armado. Sonrojada por la emoción, se giró hacia Rayan.
—¿No dijiste que podías encargarte de Nataniel tú solo? ¿Entonces por qué trajiste al Batallón Fidelidad? —Rayan comenzó a sudar frío y se quedó sin palabras—. Vinieron a respaldarte, ¿cierto? —Silvina sonrió—. Después de todo, Nataniel es el Dios de la Guerra y era el General del Norte —dijo Silvina—. Es bueno que seamos cautelosos con él.
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