El rostro de Adriel estaba tan blanco como una sábana. Parecía haber perdido toda su arrogancia y pomposidad de antes, incluso su voz temblaba un poco cuando se dirigía a Nataniel.
—G… General… Admito mis errores. Merezco que me mate por ofenderlo así y aceptaré cualquier castigo que considere apropiado para mí. ¡Por favor tenga misericordia!
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