La expresión de Max cambió sutilmente, pero consiguió mantener la compostura, permaneciendo distante, adaptándose a las circunstancias siempre cambiantes.
En ese momento, la puerta se abrió y dos guardias escoltaron a un prisionero, encadenado con grilletes, hasta la sala. No era otro que Markel, el hombre responsable de dirigir el asalto al santuario Cresta de Nieve.
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