En las profundidades del monte había gruesos árboles primordiales por todas partes. Sus ramas y hojas tapaban el cielo y el sol. Incluso en pleno mediodía, la luz del sol sólo podía penetrar a través de los huecos entre las ramas y las hojas.
En ese momento, estaba anocheciendo y el bosque ya estaba envuelto en la oscuridad por todas partes. Entonces, varios guerreros de la Curia vestidos con armaduras caminaban con cuidado. Sus pasos sobre la gruesa capa de hojas caídas producían un leve crujido.
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