―¿Para qué te envió Nataniel aquí?
Gregg se sentó en el asiento del mariscal, mirando con indiferencia a Siro. Ni siquiera se molestó en preguntar su nombre; para un vampiro, los humanos no eran más que corderos bípedos. ¿Quién iba a preguntar el nombre de un cordero a punto de ser sacrificado?
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