En la cima de la Palma de Dios, Leopold, Hepburn y Amaury dirigían cada uno a cinco mil guerreros de élite, que se apresuraron a llegar al lugar de los hechos con gran rapidez y urgencia. Al llegar, se descubrió que, aunque había rastros de batalla, Nataniel y su grupo estaban sanos y salvos. Además, el número de cadáveres que yacían en el suelo no era demasiado elevado. Hepburn exageró mucho al decir que Nataniel se había encontrado con decenas de miles de enemigos.
Leopold y Amaury se sintieron aliviados al ver que Nataniel no había muerto, pero al mismo tiempo miraron a Hepburn con una sensación de confusión. Ella también tenía la misma duda. Parecía desconcertada y dijo:
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