«¡Alguien debía de haber filtrado esa información!». Los ojos de Kaleb brillaban con intención asesina. «Nataniel debe morir», pensó. Ese incidente humillante no debía ser conocido por nadie más; pues solo arruinaría su reputación. Así que se burló:
—No hay nada de malo en la arrogancia. Pero si eso no va contigo, solo te queda la culpa. ¡Soldados! ¡Mátenlos a todos, excepto a esas dos mujeres!
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