El camión militar que llevaba a Heráclito y a sus hombres retumbó de regreso a la base. A penas atravesaron las puertas de la base cuando los detuvo un convoy que incluía un sedán rojo de lujo y tres vehículos Jeep.
La puerta de atrás del sedán de lujo se abrió y un hombre fuerte de más de treinta años salió de él. Tenía cejas gruesas y un rostro amplio. No era otro más que el Comandante en jefe de trescientos mil soldados del Oeste, ¡Benjamín Zamudio!
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