De vuelta al lado de Nataniel, el gran grupo de personas se había trasladado al Salón Celestial. Armando, Evelyn y el resto de sus amigos seguían presionando para que Nataniel se arrodillara y ladrara como un perro. De repente, Casto irrumpió en la sala con sus subordinados.
Los ojos de Armando se abrieron de golpe. Su voz era débil cuando preguntó:
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