Bajo el sol abrasador, en la entrada de la cafetería.
Manolo estaba arrodillado en el suelo de cemento hirviendo, temblando y sudando a mares. Llevaba una hora arrodillado en la entrada de la cafetería desde que recuperó la conciencia. Sus piernas ya estaban entumecidas de tanto arrodillarse y ya sangraba, lo que manchaba sus pantalones de un rojo carmesí.
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