Todos miraron a Nataniel, sorprendidos. Carmen también lo miró mientras un sentimiento de celos surgía en ella. «Nataniel ama de verdad a su mujer». Aunque Nataniel adoraba a su mujer, Penélope mantenía su sensatez. Después de todo, no era una reina. Si no fuera para ganar el dinero que su padre había perdido, no habría venido a un lugar como este.
Ahora que ella también había perdido tanto, cada ficha en su mano parecía pesar aún más que antes. Temiendo continuar, le susurró a Nataniel:
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