Los ojos de Penélope se abrieron al darse cuenta de que su marido era mucho más arrogante de lo que pensaba. No sabía si reír o llorar. Desde luego, no tenía ni idea de que nunca era fácil conseguir el número de Nataniel. Ella cambió de tema.
—No deberías haberle hecho eso a Fabiola y a su novio. El perdón es una virtud. No deberíamos quedar en malos términos con ellos en caso de que volvamos a encontrarnos.
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