Jacinto y su padre, Paolo, llegaron al Aeropuerto Internacional de Ciudad Fortaleza por la tarde. Los funcionarios de esa ciudad les dieron la bienvenida con entusiasmo, e Isaac también fue uno de los hombres que lo hizo.
Cuando Jacinto vio a Isaac, fue como si hubiera visto a su salvador. Corrió hacia este y le gritó:
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