Danilo tomó el informe y lo leyó con prisa. Cuando llegó a la parte que abordaba las medidas adoptadas, los ojos se le querían salir. La conmoción y la rabia luchaban por dominarlo mientras maldecía en su mente:
«¡Eduardo Mederos, qué imb*cil! ¡Cualquiera podría darse cuenta de que vas a propósito en contra de la empresa al tomar medidas tan serias por una falta tan insignificante! De todas las empresas con las que te podías haber metido, ¡tenías que hacerlo con la de la mujer de Nataniel Cruz! ¡Si tienes ganas de morir es tu problema, pero no me arrastres contigo!».
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