Alejandro no era más que una escoria inservible, así que la actitud de Nataniel lo atemorizó hasta los huesos. De inmediato, comenzó a llorar y a murmurar:
—¡Lo siento! No debí involucrarme en el juego y no debí utilizar el dinero de la compensación por la muerte de Adrián para pagar mis deudas, ni forzar a mis padres para que vendieran su casa…
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