Dentro de la sala principal de un templo en Colina Rojiza, Petunia y su hija estaban arrodilladas sobre las alfombras de oración, rezando con fuerza a la estatua de la deidad con los ojos cerrados.
Resultó que Petunia era una creyente devota. No sólo creía en la religión, sino que rezaba en todos los templos.
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