Libardo soportó el insoportable dolor de su costilla rota y miró a Nataniel con gesto adusto.
—Te he subestimado. Sólo te enseñé un poco en aquel entonces, pero te las arreglaste para construir sobre eso y llegar a ser tan poderoso en sólo diez años. Tu velocidad de crecimiento es increíble —dijo lentamente.
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