Con sus paredes cubiertas de enredaderas y las telarañas que podían verse colgando por todas partes, el Castillo del Cisne Negro era un espectáculo aterrador para la vista. Desde las ventanas del castillo, se podía ver la luz de las velas parpadeando en el interior, y el sonido de un piano se escuchaba salir de una de las habitaciones de forma intermitente.
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