Jabel sabía que no solo había sido expuesto, sino que el hombre que había venido por él esta vez no era un captor cualquiera.
En un arrebato de rabia, lanzó la daga como un dardo directo hacia el punto entre las cejas de Nataniel. Con un hábil giro de cabeza, Nataniel evitó el mortal proyectil con el mínimo esfuerzo.
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