—No tienes porqué sentirte así. —Extendió la mano y le acarició la mejilla—. Mientras no intentes matarme, no hay nada que puedas hacerme que deba hacerte sentir de esa manera. Lo tomo como una broma que me hiciste porque eres divertida y porque me quieres. ¿Acaso le harías lo mismo a un extraño?
—Estaría loca si lo hago —contestó mientras sacudía la cabeza—. Si fueras un extraño, te habría abofeteado.
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