—¿Por qué piensas eso? —Tobías le sujetó el rostro con ambas manos y la miró serio—. Te entiendo y jamás pensaré que no tienes buenas ideas. Son nuestros hijos y nosotros sus padres; se lo debemos a ese bebé, así que es lo correcto que pensemos en él.
A Sonia se le llenaron los ojos de lágrimas y asintió.
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