—Claro, tú mandas —asintió Tobías con voz ronca mientras abría los ojos despacio.
Sonia respondió con una afirmación y comenzó a aplicar el gel antinflamatorio en las marcas de rasguños de su espalda, durante lo cual no pudo evitar tocar las cicatrices de los azotes que quedaban sobre la piel del hombre. Aunque Tobías ya se había recuperado de esas heridas, las cicatrices que quedaron tenían un aspecto horrible similar a ciempiés. Por su parte, Sonia no pudo evitar sentirse angustiada al verlas.
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