—Señorita Yésica, después de escuchar las palabras de la señorita Reyes, ¿puede justificar lo que hizo? —preguntó un periodista—. ¿Sabía usted que su padre había vendido las acciones hace mucho tiempo?
Yésica no pudo tolerar las interminables preguntas hacia ella, así que apretó las palmas de las manos contra sus oídos mientras fruncía el ceño con fuerza.
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