Aunque no había mostrado el objeto por completo, el conductor enseguida pudo reconocer lo que era. ¡Un arma! ¡Esos traficantes de personas portaban un arma! El conductor comenzó a temblar y los miró, pálido. Si bien quería decir algo, le temblaban los labios. Era como si alguien lo estuviera ahorcando ya no podía emitir ningún sonido.
—Vamos, Daniel. Deja de perder el tiempo con él. Está muy asustado, así que deja de perder el tiempo. —Le recordó Samir.
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