Al oír sus palabras, Sonia se paralizó. Tardó un buen tiempo en asimilarlo, y luego sintió el impulso de reír. «No lo hizo por voluntad propia, ¿eh? ¿Alguien controlaba sus acciones?». Sonia no tomó sus palabras en serio y se limitó a suponer que intentaba alegar su inocencia.
—Ya es hora de comenzar la reunión, presidente Furtado —dijo ella mientras señalaba su reloj y cambiaba de tema.
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