Era probable que la persona al otro lado de la línea estuviera de acuerdo, ya que Timoteo lucía satisfecho cuando cortó la llamada. Para él, una persona como Tadeo no merecía ni un riñón, mucho menos dos.
Mientras tanto, Tadeo y Julia acababan de llegar al auto después de buscar la medicación para él. Cuando cerraron las puertas del auto, el ambiente era tan opresivo que era casi imposible respirar. Ninguno de los dos dijo nada.
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