Sujetó el teléfono con una mano y se agarró el pecho. Al cabo de un rato, por fin logró articular palabra; sin embargo, su voz era ronca.
—Lo entiendo. No iré mañana, así que dígale a su jefe que no se preocupe. Le dije que no volvería a aparecer delante de él nunca más y pienso mantener esa promesa. Dígale también que lo felicito. Él y la señorita Marcías harán una pareja maravillosa. —Tras eso, dejó el teléfono y cortó enseguida.
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