Lleno de resentimiento, Tobías apoyó la espalda de un golpe contra el sofá. Por supuesto, no estaba molesto con Sonia sino con la persona que tocaba al timbre tan tarde en la noche. Sonia, por su parte, hizo oídos sordos al disgusto del hombre y se apartó a toda prisa del sofá.
—¿Escuchaste el timbre? —preguntó mientras se arreglaba el pelo y la ropa desalineados.
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