De pie, Yésica apretó los puños con fuerza mientras miraba a la pareja. En ese momento, tenía una expresión aterradora, era como si se hubiera convertido en la encarnación de los celos. Al sentir la envidia y la intención maliciosa que emanaba, Sonia frunció el ceño y le preguntó al hombre que caminaba hacia ella:
—¿Qué le has dicho?
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