A Teo no le preocupaba en absoluto lo que pudiera pasarle a Xavier después. «Como dijo el presidente Furtado, nos encargaremos de todos modos»; pensó. Dejó de prestarle atención al joven inconsciente y alcanzó a Tobías. El hombre entró a la sala de estar de la suite y vio a Claudio sentado frente a él con los ojos entrecerrados como si estuviera durmiendo. En ese momento, se detuvo de manera repentina y estaba muy molesto. «Con que este anciano es Claudio Salavera, el hombre que traicionó a mi madre y provocó su suicidio; además de ser el posible asesino de mi padre». Al pensar en eso, apretó los puños con tanta fuerza que le crujieron los nudillos. Al verle las venas de las manos hinchadas y los nudillos blancos, Teo intentó calmarlo.
—Cálmese, presidente Furtado. El brazo izquierdo aún no está recuperado; si se lastima, la señorita Reyes se preocupará —susurró el asistente.
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