La voz de Sonia era suave y ronca por el sueño; dado que aún tenía los ojos cerrados, era obvio que no estaba del todo despierta. Que preguntara la hora a pesar de que no estaba muy despierta significaba que sabía que estaba acostada junto a él. De lo contrario, se habría levantado de repente y habría exigido que le explicara qué hacía él allí, además, Tobías tampoco creía que fuera a hacerlo con amabilidad. Miró el reloj en la mesa de noche y dijo tranquilo:
—Son las diez de la mañana.
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