«Debemos sacar el mayor provecho de esta situación», pensó Sonia sonriendo con amargura. Cuando Tobías la vio sentada, no dudó en seguirla. Aunque era un poco germófobo y nunca se hubiera sentado en el piso por elección, esa era una situación desesperada. Como era de esperarse, no podía ser inflexible. Después de acomodarse, le respondió a Sonia:
—No estoy seguro. Tengo demasiados enemigos, ya sean rivales empresariales como familias acaudaladas, pero si debo reducirlos en número, solo hay un par de personas que podrían ser sospechosas. Una de ellas es Claudio y los demás son la familia Lombardo.
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