La mano del doctor se quedó suspendida en el aire reflejando un poco de sorpresa; su mirada iba de Sonia al impasible Tobías. No pensaba que estaba haciendo tanta fuerza así que era poco probable que Tobías sintiera dolor. «Además, a juzgar por la falta de expresión del hombre, dudo mucho que esté adolorido», concluyó el doctor.
Mientras movía la cabeza, no se preocupó más por el comentario de Sonia antes de descartarlo como una demostración de preocupación por el bienestar de su esposo. «Bueno, supongo que debo ser lo más gentil posible». Después de decidirse, suspiró y siguió masajeando. Había estado masajeándolo por un tiempo antes de abrir su botiquín, cuando comenzó a hurgar en él, seleccionando vendajes para la herida de Tobías.
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