Sonia hizo oídos sordos a las súplicas de Yésica y, en cambio, siguió sujetándole con fuerza el cabello. A continuación, abrió el grifo con la otra mano y tapó el lavabo. En el instante que Yésica escuchó el sonido del agua, una gran inquietud surgió en su corazón.
—¿Qué haces?
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