Al final, Rosa desistió de la idea de disciplinar y enseñarle a su nuera a comportarse como una verdadera mujer adinerada; tal vez fue porque para la anciana era evidente que era imposible que aprendiera a medida que pasaba el tiempo. La gran señora sería capaz de soportar lo que fuera con tal de que esa mujer no causara problemas y ridiculizara a la familia Furtado. Sin embargo, ni siquiera ese pequeño deseo pudo cumplirse.
Alguien, con una personalidad como la de Jorgelina, estaba destinada a no permanecer tranquila. Sin duda, Rosa escuchaba de vez en cuando que causaba problemas, que hacía el ridículo o gastaba mucho dinero en tonterías, entre otros asuntos. En definitiva, la salud de la mujer quizás se había deteriorado debido al constante dolor de cabeza que le produjeron las excentricidades de su nuera en los últimos diez años. Fue también por esa razón que su rechazo hacia ella era cada vez mayor.
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