«No me cree nada. Piensa que Claudio y yo somos compinches y que en realidad no me forzó a hacer todas esas cosas. ¡Maldita sea! Sé que es paranoico, pero esto es demasiado. Aun así debo seguir actuando. En este punto, rendirme sería peor para mí». Ana respiró hondo mientras sujetaba el reposabrazos con fuerza antes de forzarse a sonreír.
—Presidente Furtado, sé que no me cree y entiendo por qué. No debería haber atacado a la señorita Reyes y me arrepiento de ello; me estaban obligando. Si no hubiera expuesto mi identidad falsa como hija de Claudio, habría mantenido el secreto. Tuve que armarme de valor para decirle esto. Si Claudio se entera de que lo dejé expuesto, me asesinará. Ahora estoy en peligro, presidente Furtado. ¿Podría…
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