—Vamos, levántate. Tengo que contestar. —Sonia dio una palmada en la espalda de Tobías y lo instó.
Al oírla, el hombre frunció los labios y se levantó de mala gana. Sonia se apoyó en el sofá y buscó el teléfono en el bolsillo de su abrigo mientras ignoraba lo despeinado que tenía el cabello.
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