Capítulo 9 ¿Me has llamado solo para ponerme en ridículo?
El rostro de Tobías se hundió de inmediato al quedarse sin palabras. Sergio Collado parecía haber previsto su estado de ánimo y dijo en tono de broma:
—Ah, la verdad es que me enteré de tu divorcio puesto que era el único tema del que se hablaba en el momento. Bueno, ¿qué se siente haber sido engañado?
—Vete a la mierda —dijo tras hacer una pausa.
—¡Ja, ja! Te dije que Sonia era una buena mujer, pero no supiste valorarla. Creo que fue la única que pudo soportarte durante seis años. Si fuera otra, seguro que te habría dejado hace tiempo.
—De todos modos, no la quiero —sentenció ya molesto.
—Sí, sí. Quieres a esa chica Tania, ¿verdad?
Sergio ya había conocido a Tania en la universidad. Al fin y al cabo, los espectadores eran los que mejor se daban cuenta de todo. A simple vista, pudo observar que la joven de la familia García no era una persona de trato fácil, pero Tobías… Por otro lado, Sergio tenía una muy buena impresión de Sonia. Era bastante amable con su amigo y mantenía a la familia Furtado como era debido; era una lástima que, pese a todo el esfuerzo, no hubiese obtenido nada a cambio.
—¿Me has llamado solo para ponerme en ridículo? —preguntó Tobías con expresión sombría.
—Bueno, vengo a decirte que tu exmujer se gastó un montón de dinero en reservar el primer piso del Celestial, y me invitó a ir a la fiesta. De acuerdo, no quiero hablar más contigo, prefiero mirar algunos bailes. —Tras decir eso, cortó la llamada.
Tobías miró el teléfono sin comprender durante un rato y luego siguió ocupándose de los archivos con indiferencia. En el siguiente momento, Teo entró de repente.
—Señor, la anciana señora Furtado está de regreso.
Mientras tanto, en el Celestial, Sonia invitó a Sergio con un solo propósito. Pocas personas sabían que él era el segundo hijo del vicealcalde. Su negocio principal se encontraba en el extranjero, y en esa ocasión, regresó con la intención de firmar un contrato con Compañía Paradigma. Sin embargo, la junta directiva de dicha compañía ni siquiera se inmutó ante esa incipiente estrella y lo siguió rechazando. A partir de eso, Sonia supo que su oportunidad había llegado. Con esa idea en mente, la joven sostuvo la copa de vino y se acercó a Sergio con una sonrisa.
—Señor Collado, hacía un año que no lo veía y, pese a ello, se sigue viendo tan atractivo y apuesto.
Sergio tenía los ojos almendrados; era atractivo y lucía siempre una expresión sonriente muy natural.
—Señorita Reyes, usted es la que me sorprendió. Cuesta imaginar que esta hermosa, sensual y elegante mujer que tengo frente a mí sea la misma persona que conocí hace dos años.
La joven hizo girar su copa de vino sin dejar de sonreír.
—La gente cambia constantemente, por lo que siempre hay que mirar hacia adelante. ¿No está de acuerdo?
Sergio acortó adrede la distancia entre ellos mientras bajaba la voz y decía medio en broma:
—La verdad es que hay algo que no consigo entender. Señorita Reyes, usted sabe que soy muy amigo de Tobías, así que ¿por qué me invitó? ¿Será que se ha encaprichado conmigo por lo atractivo que soy?
La joven sabía que a él le gustaba bromear, de modo que no se molestó, sino que le siguió la corriente y le susurró algo al oído. La expresión de Sergio se tornó seria en un instante después de escuchar las pocas palabras que pronunció ella en voz baja. Acto seguido, la observó con expresión contrariada.
—Es una mujer muy inteligente. Sin duda, Tobías se arrepentirá de su comportamiento dentro de unos años.
La sonrisa en la comisura de los labios de Sonia se desvaneció.
—Bueno, ya forma parte del pasado. ¿De qué sirve mencionarlo de todos modos?
—Tiene razón. A partir de ahora, ¡nosotros dos seremos el número uno del mundo! Por tanto, mi hermosa señorita Reyes, ¿me concede este baile?
Sergio continuó su actuación con una sonrisa descarada, pero cuando extendió su mano para bailar, una voz lo interrumpió. Era Ciro que se acercaba a grandes zancadas con un vaso de jugo en la mano y, sin siquiera mirar al hombre, intercambió la copa de vino que tenía Sonia.
—Sonia, te dolerá la cabeza si bebes demasiado.
Para sorpresa de Sergio, la joven ni siquiera se negó, sino que se limitó a tomar el vaso de jugo con toda naturalidad. Enseguida, Sergio volvió a fijar su mirada en el joven y se quedó helado. Por lo que vio, tenía buena apariencia y un gran carisma; merecía ser un modelo popular y famoso. «Maldita sea» En ese momento, parecía estar anticipando las futuras desgracias que le depararían a su amigo.